Sí, no me lo creo aún pero ya han pasado mis primeros 15 días en Tailandia, y sí, han sido bastante slow. Llevo un rato pensando qué forma puedo darle a este post para mantener un poco de coherencia y que no acabe en un conjunto de impresiones sin conexión sobre mi vida aquí. Vamos a ver qué tal queda!
Sobre Chiang Mai, te diré que no sé cómo describirla y durante toda la primera semana la única palabra que me venía a la cabeza era “caótica”. Al principio me asusté un poco y por unos instantes, llegué a dudar de mi capacidad de adaptación.
Digamos que es difícil encontrarle un orden cuando uno viene con una mentalidad más adaptada a las ciudades occidentales. Todo el centro de la ciudad, donde habitualmente hago la vida, es una amalgama de templos, cafés-restaurantes, negocios que venden cosas varias para turistas y casas de masajes.
Oh sí, aquí uno se da masajes porque sí, porque yo lo valgo. Y esto no es cosa sólo de turistas, los thais se dan masajes de pies y cuerpo de forma habitual, de ahí que los precios resultan bastante bajos para nosotros (5 euros por un masaje tailandés de una hora). Yo me he entregado totalmente a esta nueva rutina y mis músculos están un poco asombrados con tanto movimiento.
Aparte de los masajes, la siguiente actividad más frecuentada es pasear y dejarse caer por los cafés y barecillos que hay por todas partes. Te encuentras con sitios muy agradables y algo que a mí me encanta: puedes tomar zumos y batidos recién hechos en cualquier sitio, también en la calle.
Y así, entre zumo y zumo, resulta que es muy fácil conocer gente nueva. Chiang Mai está lleno de viajeros dispuestos a charlar un rato y compartir experiencias. He conocido a gente de todo el mundo: chicas de 25 años que recorren el mundo sólas, mujeres de 60 que todos los años pasan una temporada por estas tierras, parejas que viajan juntas, parejas que viajan separadas, parejas que viajan con hijos y muchas personas que como yo, deciden pasar un tiempo en otro país mientras siguen gestionando sus negocios en la distancia.
Hay una cosa curiosa, y es que con todos ellos, al poco de conversar siempre aparece una palabra, la misma: freedom, libertad.
Y es que uno aquí, con distancia y perspectiva, tiene tiempo para valorar qué es lo que quiere en la vida, y para mí, como para la mayoría de los viajeros que he conocido, la libertad es muy importante. Libertad para crear mi vida a mi manera, para decidir qué quiero hacer mañana, la próxima hora, el próximo minuto.
En realidad, sólo por la gente que he conocido hasta el momento y por observar mis sensaciones al vivir en un país tan diferente, el viaje ya ha valido la pena. Desde el día uno de estar aquí supe que la decisión tomada era la correcta. Pero es que además de esto en dos semanas han pasado muchas más cosas! Que te iré contando en los próximos post. Igual te sorprendo y me estiro con más de un post por semana…
Mientras tanto, disfruta!
mariablog says
Lo intentaré Mónica!!! Besos