Aunque ya estoy de vuelta por tierras morellanas, he decidido dedicar este post a mis últimos días en Tailandia. Y el protagonista de hoy es el bálsamo tigre, ese ungüento de olor penetrante que todo lo cura, igual te sirve para un resfriado que para un dolor muscular, uno de esos inventos milagrosos del ser humano.
Y esto viene a cuento por una aventura que viví en mi último día, en el trayecto desde la isla Koh Lipe hacia tierra firme. Después de pasar por un taxi-moto y un taxi-barca me planté en una plataforma flotante en la que tenía que coger una lancha rápida hacia mi primer destino (fueron un total de 8 horas y distintos vehículos hasta llegar a Bangkok).
La cuestión es que ya allí me pareció observar que el mar estaba algo agitado, de hecho el simple hecho de subir a la barca con tanto movimiento ya se presentaba como un reto interesante (tenía una pareja española a mi lado que ante tal panorama prepararon rápidamente una ronda de biodraminas).
Pero bueno, allá que entramos todos, unas 50 personas y maletas, y nos preparamos para el viaje. Me da la sensación de que ninguno de los que estábamos allí éramos lobo de mar, de hecho un 80% eran tailandeses o malayos, y juraría que la gran mayoría no sabía nadar.
Y sí, esa sensación de que el mar estaba algo alterado se confirmó en cuanto salimos, incluso habría que sustituir ese “algo” por un “muy”. Al principio nos pareció a todos bastante divertido, allí estábamos con nuestro salvavidas, dando saltos y gritando.
Esa chispa y alegría duraron un rato pero poco a poco las caras fueron cambiando, y ya cuando empezamos a ver que el conductor (supongo que hay otro nombre más adecuado … como he dicho, no soy loba de mar …) paraba el motor ante la llegada de algunas olas para suavizar la caída, el ambiente se puso un poco más tenso. Donde antes había risas y excitación se empezaron a ver caras de preocupación y mareo.
Y aquí se produjo el milagro, de repente algunas tailandesas sacaron sus frasquitos de bálsamo tigre, empezaron a restregarlo por sus muñecas y a hundir sus narices absorbiendo todo el olor. Los botecitos empezaron a circular entre las familias y poco a poco, como si fuera cosa de magia, fueron cerrando los ojos y se sumieron en una especie de estado meditativo que duró hasta la llegada.
Yo estaba ahí observando la situación y me dio por pensar en lo importante que es tener nuestro propio “bálsamo tigre”, ese que cuando piensas en él te traslada a otro lugar donde ya no hay preocupación, ni miedo, ni angustia. Ese proyecto, ese sueño, esa ilusión que te permite evadirte de cualquier situación desagradable y seguir adelante. Esa pasión que te mueve independientemente de las circunstancias externas.
Parece que Slowers y este blog son mi bálsamo tigre, así que mientras los thais optaban por su ungüento milagroso yo escribí mentalmente todas las palabras que ahora estás leyendo; las junté, les di forma, pensé en qué foto les acompañaría … y de repente, habíamos llegado.
Y tú, ¿tienes un bálsamo tigre?
mariablog says
Hola Yos! A mí tu bálsamo también me encanta, no hay nada como un poco de soledad y silencio para calmar cualquier mar agitado … Un abrazo!