El mes de mayo es mes de romerías, y una época de gran actividad en las zonas rurales. Aquí, en las tierras del norte de Castellón, cada pueblo tiene un santo al que dedica una romería y además, se realizan bendiciones de términos en muchos puntos del territorio rural. La cuestión es que el sábado estuve en una de estas bendiciones que tiene lugar en un pequeño pico que marca el límite entre tres masías, y cada año en estas fechas se bendicen los cuatro puntos cardinales con el objetivo de alejar desgracias naturales y asegurar una buena cosecha. La verdad es que es un precioso ritual, con una serie de pautas estipuladas que no se mueven ni un milímetro con el paso de los años. Puede que en las masías en cuestión ya no viva gente, puede que las tierras no se cultiven, pero la tradición sigue ahí, imperecedera.
A cada uno de los asistentes se le da un “rollo” como los de la imagen, son bonitos, ¿verdad?. También he puesto unas florecillas silvestres que recogí.
Y es que hoy justamente quería hablar de eso, del papel que las tradiciones juegan en los pueblos. En Morella se usa una frase que dice algo así como “más vale matar a un hombre que perder una tradición”. Con esto creo que queda todo dicho. En efecto, Morella es un pueblo con unas tradiciones muy arraigadas que se defienden año tras año con una voluntad férrea.
Me he preguntado muchas veces el por qué de ese arraigo tan fuerte a la tradición y el rechazo que surge ante el mínimo cambio, y tengo claro que está ligado al sentido de identidad y a la supervivencia de los pueblos. Cada vez resulta más complicado mantener la población en las zonas rurales y las tradiciones juegan un papel fundamental a la hora de demostrar que el pueblo sigue ahí y sus gentes también, una especie de reivindicación que sirve a la propia población para reafirmarse diciendo que esa tradición que se ha mantenido durante 300 años se seguirá perpetuando mientras ellos estén ahí.
En honor a la verdad debo decir que no soy persona de grandes apegos por el pasado, y sin embargo, deseo que estas tradiciones se puedan mantener durante 300 años más porque eso significará que los pueblos siguen vivos y que las zonas rurales no han quedado como un simple escaparte de fin de semana.
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