Cuando hablamos de slow life hay un tema que no se puede eludir: el tiempo. Para mí no hay nada más grande que ser dueño de tu propio tiempo, creo que esa es la verdadera riqueza de la vida.
Y a la vez pienso, ¿cómo hemos podido llegar a asumir como “normal” que otras personas manejen nuestro tiempo? ¿que otras personas sean dueñas de una parte de nuestra vida?
Porque es así, desde el momento en que no puedes elegir libremente qué vas a hacer en la próxima hora es que hay alguien o algo que manda sobre ti. Así de crudo.
Yo, sinceramente, no creo en un sistema en el que todos tardamos 8 horas exactas en hacer nuestro trabajo, un mundo en que todos tenemos nuestra máxima creatividad de 8 de la mañana a 6 de la tarde, un mundo en que a todos nos apetece comer a las 2 y tener 15 días de vacaciones en agosto.
Así, para que algo tan ilógico como esto llegue a parecernos lo más normal del mundo debemos pasar por unos años de adoctrinamiento. Y para eso está nuestro anticuado sistema educativo (este tema lo dejamos para otro día) que nos deja atontados y dispuestos a aceptar cualquier cosa con el único objetivo de sentirnos integrados en esta sociedad.
Venga, y ahora las quejas: pero y qué vamos a hacer si las cosas funcionan así, es que habría que cambiar todo el sistema y eso tarda mucho, es que yo soy realista y lo que planteas es un mundo irreal, … que sí, que sí, que me las se todas.
Pues bien, lo que podemos hacer es decidir si queremos ser dueños de nuestro tiempo, y si es así, ir a por ello. Eso sí, habrá que renunciar a la seguridad, a lo convencional, a pensar de forma limitada … ¿Estás dispuesto?
¿Libertad o confort? He aquí la cuestión.
Yo lo tengo más que claro, ¿y tú?
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