Cuando empiezas a leer libros de desarrollo personal, autoayuda o como quieras llamarlos, hay una palabra que se repite una y otra vez, según dicen, la palabra clave par la paz interior: aceptación.
Supongo que como todo lo que tiene que ver con el crecimiento interior, es muy fácil decirlo, la teoría todos los que estamos en estos procesos nos la sabemos ya de maravilla, pero la práctica, la experiencia, eso es otro cantar. Para integrar hay que vivir, hay que experimentar.
Así de salida eso de aceptar no parece tan complicado, las cosas que encasillamos como “buenas” evidentemente se aceptan a la primera y luego las no tan buenas, pues algunas se nos quedan un poco atravesadas pero va pasando el tiempo y las aceptas. O no, pero ya han pasado y aparentemente se van. ¿Pero qué pasa cuando te cae una de las gordas, de esas que considerarías ”inaceptables”?
Un día en un programa de radio donde el tema central era la aceptación entendí el verdadero significado de este término y me di cuenta de que no era tan simple como yo lo había hecho, o que quizás la vida aún no me había puesto la prueba necesaria para aprenderlo.
En este programa una terapeuta contaba una experiencia personal que yo resumo: un día una de las asistentes a uno de sus talleres le habló de su hijo, tenía un hijo de seis años con discapacidades físicas y psíquicas y se lamentaba del poco apoyo que recibía. Entonces la terapeuta le contestó ¿tú le aceptas? ¿de verdad le aceptas con todo lo que significa esta palabra? Porque aceptar significa decir no quiero cambiar nada de mi hijo, no cambio a mi hijo por nada del mundo, le quiero así tal y como es, con estos problemas, así le quiero yo porque así es mi hijo, estoy agradecida con mi hijo … Qué duro, ¿no? Parece que estas palabras fueron suficientes para que la madre tomara consciencia de lo que le estaba ocurriendo y para mí fueron un click, la palabra aceptar tomó una nueva dimensión.
Pues bueno, volviendo a varios meses atrás cuando Luis había ingresado en el hospital, el tratamiento no hacía efecto y empezamos a escuchar de manera frecuente las palabras muy grave, mucha paciencia, … yo andaba enfadada con el mundo, con el lento del coche de ldeante, con la enfermera que había dicho esto o lo otro y si me llego a encontrar con algún mr Wonderful diciendo que “si la vida te da limones te hagas una limonada” le hubiera contestado cuatro cositas.
Luis y yo tenemos una visión espiritual de la enfermedad y de la vida, sabemos que estas situaciones suceden para algo y que está en cada persona aprovecharlo y aprender. Y esa confianza ha estado ahí en todo momento, eso es verdad, pero luego el día está lleno de minutos, de horas, de momentos en los que se cruzan los miedos.
La cuestión es que pese a esa confianza profunda de que esto tenía un sentido me di cuenta de que me pasaba el día discutiendo mentalmente con el Universo, estaba enfadada y por ahí se iba toda mi energía, haciéndole una y otra vez las mismas preguntas: ¿por qué esta prueba tan dura? ¿por qué esos dolores tan tremendos? ¿es necesario tanto? ¿por qué sus manos de pianista? ¿por qué nosotros? …
Y por fin un día lo vi claro, me vino a la cabeza esa secuencia del programa de radio y entendí que no estaba aceptando la situación, que sí, que tenía esa confianza interior de que era para bien, que tenía esa visión más elevada de la enfermedad pero que en el día a día seguía peleándome, no era capaz de aceptarlo, me negaba, quería poner mis propias normas.
Y ahí llegó el alivio, no diré que fuera ninguna experiencia transcendental como explican en muchos libros pero sí me dio paz, dejé de preguntar por qué y entendí que era así y punto, no podía cambiarlo, no estaba en mis manos. Ya está, se acabó la lucha. Sin embargo si podía dedicar mi energía a otras cosas, sí había muchas cosas sobre las que podía influir, podía elegir estar alegre en vez de estar enfadada, podía transmitir a Luis esa confianza que sentía en mí sin enturbiarla, podía estar tranquila y relajada en mi papel de cuidadora, tantas cosas que podía hacer en vez de empeñarme en las que quedaban fuera de mi alcance como humana…
Y hasta aquí por hoy, esta es mi experiencia con la aceptación, la semana que viene seguimos. Te deseo una FELIZ y SLOW semana!
Aaaaah! Y para acabar te recuerdo que en Slowers creemos en la vida y la naturaleza y por eso hacemos zapatos que respetan al medio ambiente y también a las personas y los animales. El calzado que diseño es vegano porque no tiene ningún componente de origen animal, es orgánico porque usamos materiales sostenibles y también es bonito, porque amamos las cosas bellas. Y te digo esto porque me gusta recordar que así es como pongo mi granito de arena para que este mundo sea como a mi me gustaría. Ya está, he dicho!
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