Hoy voy a volver a hablar de Ringo, ese pequeño ser inspirador y co-creador de Slowers. Por si aún no lo conoces aquí tienes una foto con sus melenas invernales.
Cuando expliqué que me iba a Tailandia por unos meses muchos me preguntasteis por Ringo ¿iba a venir conmigo? No, no vino, se quedó en su segundo hogar morellano, más feliz que una perdiz. Él es así, un auténtico vividor del momento.
Y claro, llegó la hora del reencuentro, y aquí faltan las palabras para describirlo, los que tenéis perro en casa ya sabéis de que hablo. El pobre se puso tan contento y nervioso que confundió alegría con pasión y por un día me convertí en su objeto de deseo, sentí en mis carnes lo que es el acoso animal!
Pero pasado ese primer momento de confusión volvimos a nuestra rutina habitual, a nuestros paseos matutinos y a ese ritmo slow que nos mueve. Y hoy, mientras caminábamos (por cierto, con un frío para el que yo ya no estaba en absoluto mentalizada) he estado reflexionando sobre la fijación que tenemos los humanos adultos de que todo sea como nosotros consideramos que debe ser, siguiendo esas pautas de esto está bien – esto está mal.
Me explico, Ringo es un espíritu libre, es la independencia hecha perro. Si señor, a Ringo le digo ven y se queda parado mirándome, yo voy por un camino y él decide que mejor por el otro (sin perderme de vista, eso sí), así funcionamos.
Y lo se, cualquiera me dirá que los perros tienen que obedecer, que soy yo quien tiene que poner las normas, etc, etc. Lo se, pero yo me pregunto, ¿acaso no tiene derecho Ringo a seguir su instinto perruno? ¿qué me hace a mi poseedora de la verdad y la razón sobre él? ¿hace daño a alguien? ¿por qué habría de molestarme que viva a su ritmo?
En realidad, me planteo que el proceso de educar a un perro para que anule sus instintos y actúe exactamente como queremos los humanos es bastante parecido al que vivimos todos desde pequeños para encajar en nuestra sociedad. También nosotros crecemos sometidos a un adiestramiento, lo que pasa es que consideramos que eso es lo “normal”. Nuestro sistema “educativo” juego un gran papel aquí …
Pero a lo que iba, resulta que en muchos casos nos llega un momento en la vida en que necesitamos recuperar lo que somos, volver a nuestra esencia, dejar de encajar en normas para empezar a crear las nuestras. Necesitamos empezar a escuchar lo que nuestro corazón tiene que decirnos.
Al menos así me ocurrió a mí y decidí que a partir de ese momento iba a vivir mi vida. Supongo que si fuera de tatuajes ya llevaría esta frase escrita en alguna parte de mi cuerpo: caminando a mi ritmo, pero como no es el caso elegí otra forma de recordármelo cada día, y “walking at a different pace” se convirtió en el lema de Slowers. Porque yo considero que todos merecemos caminar a otro ritmo: el mío, el tuyo, cada uno el nuestro.
Y tú, ¿te animas a caminar a otro ritmo?
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