Hoy quiero empezar contando una historia para enmarcar este post, en el que voy a hablar sobre caminar al ritmo de nuestro corazón, sobre la capacidad de ponernos en los zapatos del otro y la de aceptar los propios.
Más abajo hay un par de regalos par ti, una lámina descargable e imprimible para que puedas colocar en casa y recibir inspiración cada vez que la mires. También comparto un ejercicio que puede cambiar tu estado emocional en un instante.
Empecemos por la historia, la leí en el libro “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva” de Stephen R. Covey que aunque tiene un título muy americano es un manual de crecimiento personal bastante completo. ¡Comencemos!
Contaba el autor que un día viajaba en metro y los hijos de uno de los tripulantes del vagón no paraban de montar jaleo. El resto de personas, que viajaban en el mismo espacio, empezaban a molestarse. El ambiente generalizado era cada vez de más incomodidad y estaban empezando a protestar.
El autor, molesto y algo ofuscado, se levantó y se dirigió al al padre de los niños para pedirle que pusiera límites a la situación.
El hombre levantó la cabeza y pidió disculpas. Le dijo, perdón, estaba distraído, venimos del hospital…la madre de los niños acaba de morir.
Es una historia impactante que nos hace ver enseguida lo rápido que somos capaces de juzgar a una persona sin conocer lo que hay detrás de la situación que está viviendo. Pero muchas veces el juez más severo nos sentencia a nosotros mismos.
La empatía es la capacidad de ponerse en los zapatos de otro y caminar a su lado un poquito. Escuchar antes de juzgar, tratar de entender antes de lanzarnos a atacar, sentir compasión por los demás. Ser capaces de mirar con los ojos del corazón.
Podemos llevar la empatía más allá o mejor dicho más acá. Porque la empatía empieza por cada uno o cada una de nosotras. Son muchas las ocasiones en las que se nos olvida hacer un ejercicio de auto-comprensión.
Somos capaces de exigirnos niveles de perfección inalcanzables, de machacarnos por cualquier error, de no vernos con perspectiva y de no tener compasión con nosotros mismos en situaciones en las que podríamos comprender fácilmente a cualquier otro. No suele ser fácil, por eso conviene recordárnoslo y practicarlo conscientemente.
Quiero compartir un ejercicio muy efectivo que, si te parece interesante, puedes incorporarlo a tu caja de herramientas. Es una adaptación de un ejercicio de Kristin Neff.
Cuando te sientas nerviosa, agitada o tengas malestar, para por un momento y por una mano sobre tu corazón.
Haz dos o tres respiraciones profundas y dite, a ser posible en voz alta: Es normal que te sientas así en esta situación, esta situación es difícil, yo estoy contigo.
Creemos en la importancia de parar y escuchar, de parar y escucharnos a nosotros mismos. La empatía con los demás empieza por uno mismo.
Ser capaces de sentir empatía por los animales, por las situaciones duras que se viven en otros lugares del planeta, por la contaminación o el estado del planeta no es algo que llega desde la mente, es algo que se siente. Y esa sensibilidad se da cuando la tienes dentro y eres capaz de aplicarla contigo mismo.
Es evidente que ninguna persona puede hacerse cargo de todos los males del mundo, ni solucionar los problemas de todas las personas. Pero sí, podemos escuchar y comprender antes de entrar al sin ponernos por un instante en los zapatos del otro. Quizá no podemos arreglar los problemas de otros pero podemos no empeorarlos descargando nuestro enfado y echando más leña al fuego.
Vivimos un momento delicado, donde llevamos mucho tiempo soportando una situación difícil, el miedo, el agobio, la falta de libertad, la saturación y hasta el aburrimiento nos han llevado a estar en modo supervivencia. Salir a la calle con la intención de no juzgar, con la intención de llevar nuestro corazón por delante podría ser significativo para las personas que te rodean. Porque un gesto de empatía y un momento clave puede cambiar muchas cosas.
Qué diferente hubiese sido la historia del principio, si antes de juzgar a ese hombre, alguien hubiese preguntado. Qué distinto para esos niños que en lugar de recibir miradas y gestos acusadores en ese momento hubiesen recibido atención, comprensión y alguien les hubiese entretenido o dado juego. Quizá serían personas que nunca olvidarían que en un momento complicado alguien les dio cariño, les hizo reir y les ayudó a volver por un momento a su centro.
Por eso hoy hemos creado una lámina descargable e imprimible para recordarte que hay una forma de caminar sincera, sensible y sin dobleces. Qué todos la tenemos si caminamos al ritmo de nuestro corazón. Esta frase para nosotros es una brújula que guía nuestros pasos y si te apetece también puede serlo para ti.
La empatía es la actitud más generosa que podemos practicar, pero si se nos olvida y nos puede la reactividad o el impulso, lo más importante es recordar que la empatía más importante es la que nos damos a nosotros mismos. Cada momento es nuevo y ofrece una nueva oportunidad.
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