Esta mañana Ringo ha encontrado un trofeo (un currusco de pan seco y churruscado) y por unos momentos, hasta que se lo he sacado a la fuerza de la boca, ha sido el perro más feliz y orgulloso de este planeta.
Él sabe que en casa tiene premios más sabrosos, pero nada le sabe mejor que ese trozo incomible de pan porque lo ha encontrado él solito. Ha estado siguiendo el rastro y finalmente se ha hecho con él, es su triunfo. Hoy ha sido un currusco, otras es un corazón de manzana comida o un hueso seco, … en fin, cosas de lo más atractivas.
Así que hoy, observándole con una sonrisa en la boca, me he dado cuenta de que eso también es así para nosotros los humanos, nada sabe mejor que algo que te has ganado con tu esfuerzo, algo que has deseado y te has trabajado hasta conseguir que fuera tu logro.
Nadie te puede dar nada que sepa tan bien como eso, porque nada nos llena más que la superación, el centrarse algo y no rendirse hasta conseguirlo, especialmente si es algo que va alineado con nuestros valores. No se si has leído el libro Flow, de Mihaly Csikszentmihalyi, donde analiza la fuente de la felicidad en las personas y resulta que casi siempre intervienen estos factores.
Y es que estos últimos días, desde que recibí las muestras de la nueva colección de Slowers, yo también estoy así. Mezclado con los clásicos miedos de si gustará, de si habré acertado y todo eso (un clásico, vamos), aparece un sentimiento de orgullo por haberlo conseguido.
Porque, ¿sabes qué? Nadie, aparte de yo misma, conoce lo que representa para mí llegar a esta meta. Nadie. Así es, sólo uno mismo sabe todos los miedos que ha tenido que vencer para seguir adelante, todas las caras de escepticismo que ha tenido que ver, y todas las palabras de duda que ha tenido que escuchar.
Por eso, cuando tienes delante de ti el resultado de esa perseverancia sólo eres capaz de mostrar una sonrisa de oreja a oreja que nadie va a entender en toda su magnitud, porque así es, donde muchos ven un simple zapato yo veo un sueño que se hace realidad poco a poco.