El otro día estábamos con un pequeño grupo de amigas y Luis comentó que a él siempre le han llamado loco, y que a veces esto llegó a hacerle daño, que no es agradable que te estén diciendo continuamente “estás loco”, pero que ahora, con mucha más madurez a sus espaldas se da cuenta de que es buena esa locura, muy buena.
Es buena porque significa libertad, significa ser capaz de seguir tu propio camino, de no seguir a la norma, a lo que está bien visto. Ser tú quien pone las normas en tu vida y no los demás. De eso se trata.
Comentábamos también que es necesario expresar esta locura, manifestarla y mostrarla, porque cuando la dejamos de puertas para adentro estamos de nuevo entrando en el redil, en la comodidad de sentirte aceptado. Y así nada se mueve.
Y es que no es fácil eso de sentirte diferente, arriesgarte a no gustar. Supongo que es uno de los miedos más arraigados en el ser humano, el de no ser amado. Pero aquí viene la contradicción, cuando no te muestras cómo realmente eres, cuando escondes hasta a ti mismo tu verdadera naturaleza para recibir esa aprobación externa, ¿quién la está recibiendo? Porque tú ya has dejado de ser tú, ya eres dependiente de esa mirada exterior.
“Creemos en los locos, suficientemente locos para sentir, para vivir, para pensar de forma diferente.”
Este es el primer punto del decálogo Slowers y lo es porque para mí es fundamental recordármelo, a veces me cuesta, cada vez menos la verdad, pero me cuesta. Y creo que esta libertad, esta locura, es el único camino que existe para una vida con sentido. Todo empieza por uno mismo, el paso cero es saber quien eres y a partir de ahí, serlo. Sin trampas, sin disfraces, sin tapujos.
Y por eso nuestro lema, caminar a otro ritmo, no sólo significa caminar a un ritmo más lento, sino a tu propio ritmo, el que tú marcas, el que tú decides. En definitiva, ser tú mismo, ser un loco.
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