Esta historia empieza en un pueblo pequeño del sur profundo español.
En los años 40, en plena posguerra, nace un niño que es hijo, nieto y bisnieto de carpintero.
En una familia muy humilde.
Ese niño creció en tiempos de miedo y escasez, rodeado de una realidad cruda y de personas derrotadas por una guerra que pisoteó sus sueños.
En ese día a día, de vez en cuando, rara vez, se colaba un día especial.
Un día en el que podía levantar los pies de las calles de barro y volar a otros mundos. Ese era el día en el que llegaba una película nueva al cine del pueblo y sus padres podían llevarlo a verla.
Entre todas esas tardes de cine de su infancia, había tardes más especiales que otras.
Las tardes más mágicas eran aquellas en las que proyectaban películas en las que aparecían aviones.
Ese día era mejor que todas las fiestas del pueblo juntas.
Con los modelos de avión que había visto, tenía material para pasar meses dibujando, jugando y pidiéndole a su padre que ensamblara un par de retales de madera de manera que simularan el avión que había en su imaginación.
Con aquellos trozos de madera en sus manos recorría el mundo como piloto de las fuerzas aéreas. Derrotaba enemigos, rescataba a los buenos y hacía valer los derechos de los olvidados.
En sus juegos era un comandante audaz, valiente y respetado.
Los años pasaron, aprendió el oficio de su padre y en sus ratos libres seguía haciendo aviones de madera, cada vez mejores.
A los 18 años decidió alistarse en el ejército del aire.
Sabía que no podría cumplir su sueño de ser piloto porque, en pleno franquismo, solo llegaban ahí quienes tuvieran un buen padrino y él era el hijo de un carpintero humilde.
Por el camino, la dureza de los tiempos se encargó de hacerle ver el sueño como inalcanzable.
Para aquel entonces, incluso había desarrollado pánico a volar.
Pero le daba igual, él era feliz solamente estando cerca de los aviones y de los pilotos.
A los dos años, su padre le pidió que volviera a casa; había muchas bocas que alimentar y necesitaba ayuda en la carpintería.
Lo hizo. Aunque su fascinación por la aviación se fue con él. Siempre siguió haciendo aviones en sus ratos libres, con los años verdaderas obras de arte.
Con el tiempo se casó y se convirtió en padre, sus hijos crecieron rodeados de aviones de madera y se contagiados por la pasión y el entusiasmo que sentía por la aviación.
Su hijo mayor, en cuanto hizo la selectividad y tuvo que elegir carrera, se fue al ejército del aire. También quiso ser piloto, pero por un problema en la vista se quedó como mecánico de vuelo. A día de hoy, es un profesional súper valorado y reconocido.
El segundo hijo siempre tuvo el sueño de ser piloto, aunque su vida profesional fue por otros caminos. Un par de veces fue al banco a pedir dinero para hacer la carísima carrera de piloto, pero la respuesta fue no.
Hasta que un día, a punto de cumplir 40 años, tras una pandemia mundial, recordó que solo se vive una vez.
Ayudado por sus padres encontró la forma, el banco le prestó el dinero, hizo la carrera, fue el primero de su promoción y batió el récord como el alumno que hizo la carrera de piloto más rápido en la historia de la escuela.
Estaba contratado como copiloto antes de tener el título.
Ahora, cuando mira el horizonte desde el cielo, siente un profundo agradecimiento a su padre por darse permiso de soñar en grande y por regalar un futuro a sus hijos más allá de lo esperado. Todo por atreverse a imaginar.
Este texto es un homenaje a ese niño al que todos le decían que sus sueños eran utopías irreales, que pusiera los pies en el suelo pero que a pesar de todo nunca dejó de alimentar su pasión por la aviación.
A ese niño que descubrió, con el paso de la vida, el valor de atreverse a imaginar a contracorriente y ahora por fin puede encontrarle sentido.
También es un homenaje a su hijo mayor por abrir caminos y dar pasos a ciegas.
Porque muchas veces la persona que planta la semilla no es la persona que se comerá el fruto, pero todas las partes del proceso son importantes.
LAS UTOPÍAS SON PARA CAMINAR.
Con esta frase de Galeano enmarcamos lo que ha inspirado la creación de nuestra bota barefoot UTÓPICA.
Que ahora está en preventa y se enviará en diciembre.
He querido darle esta temática tan especial porque es una bota exclusiva y una edición limitada a 50 pares.
Una bota que cuando esté en tus pies se encargará de recordarte que puedes darte permiso para soñar, crear tu futuro y el futuro de los que vendrán.
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