En este momento podría morirme, esta es la frase que ha pasado por mi cabeza esta mañana en un momento de máxima conexión y disfrute. Ahora te cuento.
Hoy, como todas las mañanas, Ringo y yo hemos salido a pasear y resulta que después de unos cuantos días de intenso calor veraniego las temperaturas nos han dado una tregua. Lo hemos agradecido, especialmente Ringo y sus melenas.
Así que teníamos delante una ligera pendiente, he decidido empezar a correr dejándome llevar por la inercia de mi cuerpo, y de repente se ha convertido en un momento mágico: Ringo corriendo como un loco a mi lado, ese paisaje que me rodeaba, los primeros rayos de sol, el viento fresquito en mi cara y mis brazos, mi corazón latiendo fuerte … y una sensación de felicidad más grande de lo que puedo describir con palabras …
Cuando he parado, se ha cruzado esa frase en mi mente: ahora podría morirme, sí, ha sido esa sensación tan intensa de tenerlo todo y a la vez no tener nada, es decir, nada más que mi cuerpo y aire para respirar. Esa sensación de que se necesita muy poquito para ser feliz, esa sensación de plenitud, de que todo está bien.
La cuestión es que el resto del paseo he tratado de recordar otros momentos en los que me he sentido así, en los que no necesitaba nada ni a nadie, en los que estaba conectada al 100% con mi ser. Y sí, he encontrado varios.
Uno muy próximo, de este invierno en Tailandia cuando por las mañanas y las noches cuando no había tráfico volaba con mi bici por las calles de Chiang Mai. Recuerdo esa sensación de que la boca se me iba a salir de la cara de lo grande que era mi sonrisa … sí … felicidad máxima. Aún soy capaz de revivirlo como si estuviera allí.
Y también he tenido esas mismas sensaciones esquiando, yo y la montaña, la velocidad, el control de mi cuerpo, el aire, el sol … Era otro momento de mi vida, sin la consciencia que tengo ahora … pero la sensación la puedo reconocer.
Uniendo un poco he llegado a la conclusión de que todas estas situaciones tienen unos puntos en común que son los que a mí me conectan conmigo, con un estado de fluir, de ser, de felicidad, de plenitud.
En primer lugar la sensación de libertad, yo hablo mucho de ser libre y me doy cuenta de que quizás este es el punto más importante para mí. Libre de condicionamientos, libre para elegir, libre para correr, libre para ser quien soy …
En segundo lugar el hecho de estar al aire libre, oh sí, yo me apago en los lugares cerrados y sin vistas, me gusta la amplitud, poder ver en perspectiva, me gustan los lugares despejados, las montañas, las vistas al mar que nunca se acaba, me gusta ver el cielo, las estrellas y la luna … Soy mujer de naturaleza, de eso no cabe duda.
Como tercer punto de conexión, aunque hay más, me quedo con la concentración plena, el estar al 100 % enfocada en una actividad, siendo una con mi cuerpo, sabiendo que depende de mi el controlar la situación, esa sensación de que mis piernas responden, mi corazón late, mis pulmones cogen aire …
Pues sí, estas son algunas de las cosas que a mí me permiten conectarme conmigo. Está claro que hay mucho otros momentos de conexión que implican a otras personas, momentos en los que conectas a nivel familiar o social, pero hoy me apetecía hablar de estos otros, estos en los que no necesitamos nada más, nada más que a nosotros.
Y ahora me gustaría conocer los tuyos, ¿te encuentras mientras corres? ¿o igual tricotando en la soledad de tu sofá? ¿o es en contacto con el mar? Cuéntame!
Eva says
Barrer
Maria says
He perdido la desconexión conmigo misma, realmente perdida. Por eso, hoy tus palabras no solo me emocionan sino que me dan más fuerza para volverme a encontrar.