Sostenibilidad, qué palabra tan usada en estos últimos tiempos, y tan pervertida a su vez. La pobre no sabe qué es lo que pasa, está triste, se ha convertido en una imprescindible en el discurso de cualquier político que hable de ciudades, infraestructuras o desarrollo, y sin embargo muy pocos la aplican.
Difícil la tarea de crear espacios, leyes, políticas o planes sostenibles cuando no tenemos claro lo que esta palabra implica.
Este cuento zen me gusta mucho porque explica con claridad la actitud de una persona “sostenible”, que tiene presentes a las generaciones futuras sin necesidad de usar ningún palabro de moda:
Un hombre iba caminado por una rivera cuando vio a un anciano que a duras penas se agachaba que abría hoyos en el suelo, introducía algo y luego los tapaba. Así que decidió acercarse a preguntar al anciano qué hacía.
– Estoy plantando árboles de mango, respondió el anciano.
– Plantar árboles de mango a tu edad! ¿Acaso no sabes que estos árboles tardan más de 30 años en producir frutos y que nunca podrás disfrutar del resultado de tu duro trabajo?
– Aparte de que no hago las cosas por el resultado que me espera, ni por obtener compensación alguna, adoro los mangos y he comido toda la vida mangos de árboles que otros plantaron antes que yo, aún a sabiendas de que ellos nunca probarían sus frutos por la lentitud con la que crece el árbol, y de todas formas los plantaron y yo los disfruté. Con mi acto, además de agradecer a los que plantaron antes que yo, mantengo vivo el ciclo de la vida para que algún día tus hijos o mis nietos puedan disfrutar de estos mangos.
¿Qué os parece slowers? Yo creo que otro gallo cantaría si en vez de haber agotado esta palabra de tanto nombrarla hubiéramos puesto algo de contenido en ella…
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