Cada día a las cinco de la tarde aproximadamente en la casa Slowers se produce la misma situación: yo estoy delante del ordenador trabajando y Ringo empieza a pedir atención. Y él pide de forma insistente, sí, no se conforma con una simple caricia, quiere más, quiere atención plena. Así que primero empieza a tocarme con sus patitas, a mirarme con sus convincentes ojos y luego continua con una batería de sonidos indescriptibles que te aseguro limitan bastante la concentración de cualquiera.
Conclusión, que es su momento, es momento de salir a pasear, de cambiar de aires.
Muchos días me pregunto ¿es esto por él o es por mí? Quiero decir ¿es su momento o es mi momento? Porque yo me lío y algunos días si no fuera por Ringo acabaría mucho más tarde mi jornada laboral. Pero ahí está él para darme un toque de atención.
Es como si me dijera, por hoy ya está María, ha llegado la hora de empezar a no hacer (o de hacer otras cosas).
Porque hacer es importante, claro que sí, sin acción nada se mueve, sin acción no hay crecimiento ni evolución. Pero igual de importante es aprender a no hacer: a pasear sin una meta definida, a quedarte en el sofá sin tele ni libro, a contemplar el cielo sin mirar el reloj, a tocar un instrumento sin partitura, a dejarte llevar por el momento sin buscar nada, a estar simplemente, sin esperar nada.
Nos cuesta ¿verdad? Sí, a no hacer nadie nos enseña, en realidad tampoco está bien visto y si a eso le sumamos el ajetreo diario y nuestra interminable lista de “cosas que tengo que hacer” … pues eso, que no nos queda tiempo para no hacer.
Y así repasando un poco te diré que mis grandes momentos de inspiración nunca vienen cuando estoy delante del ordenador, mis grandes ideas siempre vienen mientras paseo, cuando estoy totalmente relajada y sin esperar nada, cuando observo la naturaleza … Siempre es así.
Para mí esos espacios de “no hacer” son mi inspiración, y mis espacios de “hacer” me sirven para ejecutar todas las ideas que surgen del no hacer. Por eso no creo que Slowers existiera si no me permitiera esos momentos, porque sin esa inspiración esto no funcionaría.
Es un juego, un equilibrio entre la acción y la reflexión.
¿Qué te parece? ¿Nos permitimos un poco más de “no hacer”?
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