Hoy os cuento una anécdota muy slow que me ocurrió el pasado viernes mientras caminábamos. La verdad es que no recuerdo otra ocasión en que me haya reído tanto yo sola, así, en mitad del monte.
Esta es la situación: Ringo y yo por un camino, la típica valla de espino a un lado y un rebaño de ovejas a lo lejos, justo detrás de la valla.
Como ya me conozco a Ringo, y en estas situaciones suele ponerse a ladrar como un loco con la consiguiente espantada de ovejas, decidí atarlo.