Sí, lo confieso, yo también tengo un pasado viviendo en una ciudad y trabajando de 8 a 8 en una oficina sin luz ni ventilación natural. El día que me fui, tal cual salía por la puerta, me dije a lo Scarlett O’Hara: “A dios pongo por testigo que nunca jamás volveré a trabajar en una oficina como esta”. Sin embargo, y como me gusta sacar la parte positiva, debo decir que me llevé una gran capacidad de trabajo, dos buenas amigas y la certeza de que eso no era para mí, que no es moco de pavo!
Sin duda mi siguiente trabajo, también como Ingeniera de Montes, mejoró con creces lo anterior, para empezar pasé de una gran ciudad a otra más pequeña. Y de una oficina “enferma” a otra muy amplia y con ventanales enormes. Fue en este segundo trabajo donde tuve la gran revelación: yo nunca sería capaz de implicarme al 100% en una empresa que no fuera mía, así de simple y así de claro. Con esta certeza dentro de mí continué feliz con mi trabajo, y sin prisa pero sin pausa empecé a preguntarme qué era aquello en lo que yo podría dar lo mejor de mí misma, y empecé a valorar proyectos, unos en compañía de mi pareja y otros sola.