Hace unas semanas compartí en mi Facebook este post de la revista Yorokobu en el que se hablaba de una figura que está surgiendo en las ciudades: los makers de barrio, personas que fabrican, producen y crean objetos bajo petición del consumidor. Un forma de luchar contra la obsolescencia planificada que empieza por la posibilidad de conseguir recambios para las piezas que se estropean. Me encantó el post porque pienso de nuevo que no es más que una vuelta a lo racional, a reparar lo que aún tiene vida, al consumo con sentido y a tomar conciencia del precio real de lo que compramos.
Hoy, visitando el blog sustainableslow me he encontrado con The fixer’s manifesto, creado por Sugru, y que resume en doce puntos los principales motivos por los que optar por reparar y no tirar.