Hace tiempo que encuentro reportajes en revistas y periódicos sobre la vida en el campo, parece que está de moda. Todos ellos vienen acompañados de maravillosas fotos con neorrurales glamurosos recogiendo uvas, o haciendo queso, … todos con sus botas Hunter y rodeados de un halo de felicidad … No voy a decir que en los pueblos no podamos ser glamurosos (aunque la verdad, a ese nivel no se si llegamos), ni mucho menos que esa felicidad no exista, sin embargo sí creo que esas imágenes pueden llegar a confundir a todo aquel que cansado de la ciudad esté buscando la forma de encontrar su libertad.
Ya sabéis que yo defiendo la vida slow y que considero que slow y ciudad casan realmente mal, sin embargo pienso que hay cosas que todo aquel que se esté planteando este cambio (y que nunca antes en su vida haya experimentado en primera persona la vida en un pueblo) debería conocer. Hoy tocaré un tema fuerte, ineludible cuando se habla de un pueblo (o al menos de uno español): la falta de anonimato.