Como te comentaba la semana pasada últimamente estoy viajando bastante y esta semana tocaba Madrid. ¡Cómo me gusta esta ciudad! Me gusta porque ahí pasé unos muy buenos años, y también porque cambia constantemente y a la vez mantiene su esencia. Equilibrio no siempre fácil de conseguir.
Así que estos días en vez de caminar por el campo he caminado por la gran ciudad, porque yo en las ciudades camino, y mucho. He hecho un barrido de sur a norte y de oeste a este viendo los cambios, nuevas tiendas, nuevos locales, nuevas modas, barrios que parecen otros, …
Y sí, puedo decir que lo he disfrutado, y a la vez he observado dos características propias de la ciudad que se alejan muuucho del slow life y que de alguna forma no son tan evidentes en los pueblos.
Por una parte está la necesidad de tener un rumbo fijo. En las ciudades todo el mundo va a algún sitio concreto y va rápido. Es muy extraño ver a alguien que simplemente pasea y disfruta. Incluso los turistas van plano en mano siguiendo la ruta.
Es como que uno se pone un objetivo antes de salir de casa y todo lo que ocurre entre la casa y ese punto no cuenta, es sólo un paso obligado y necesario.
Y a mi cada vez me gusta más lo de no tener una dirección fija, me gusta dejarme llevar por la intuición sabiendo que si hay algo que tengo que ver, lo veré. Me gusta la sorpresa de lo que puedes encontrar en el camino, lo incierto, lo imprevisto.
Por otra parte está la velocidad. Ay, ¡qué locura! Todo el mundo va muy rápido, todo el mundo tiene prisa. Y lo que cuesta no contagiarse … al menos a mí esto me cuesta y tengo que prestar especial atención para no caer en ello. Si no a la mínima me veo caminando a toda velocidad sin saber dónde voy.
Viéndolo con calma, en realidad no creo que sea tanto una cuestión de velocidad sino de cómo te concentras en ello y dejas de ver todo lo demás. La sensación es un poco cómo de robots que caminan centrados en sus cosas y no ven más allá.
Quizás me ocurre que en las ciudades me resulta más fácil ver la incoherencia del mundo que hemos creado. Millones de robots caminando cada mañana hacia un trabajo de 8 horas que no disfrutan y pensando en lo que harán el fin de semana.
Lo miro así y me parece tan absurdo …
Pero esto no es un lamento, sino una reflexión con la clara convicción de que se puede vivir de otra forma y de que para ello no necesitas que cambie el mundo, lo que necesitas es cambiar tú.
Fósiles … el tipo de cosas que ves cuando caminas a otro ritmo …
¿Te apuntas a la vida slow?
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.